Cuando el Cielo Aprende a Volar

Recuerdo mi primera vez en Aviator: dedos temblando sobre un café tibio a las 2 a.m., mirando la pantalla como si fuera una ventanilla de cabina bajo el cielo. Entonces creía que ganar era perseguir multiplicadores. Ahora sé que se trata de escuchar: el silencio entre giros. La verdad no está en el RTP ni en modo de alto riesgo, sino en cómo aún mi aliento se sintió al apostar \(1 y ver volar la nave —no por multiplicación, sino por un instante fugaz que danzaba. Dejé de perseguir premios. Construí un «Presupuesto Starlight»: no más de \)50 semanales. Cada sesión terminó no con gritos de victoria, sino con asombro tranquilo mientras las nubes se separaban sobre el horizonte de Lake Michigan. El juego no me recompensó —me reveló.